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El reportaje sobre Tailandia apenas duró un momento. Pero fue todo lo que necesitó Meg Devlin para convencerse de que su padre, desaparecido en combate hacía diecinueve años, seguía con vida.

Las esperanzas de Meg estaban cifradas en Conor Tremayne, el periodista que había rodado el reportaje. Pero, ¿podía confiar en Tremayne, un hombre capaz de vender su alma para conseguir una exclusiva?

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Leigh Randall volvió a la isla de Ocracoke, en Carolina del Norte, a vender la casa familiar donde creció. Sus recuerdos del lugar no eran alegres, y los habitantes de allí no permitirían que lo olvidara. Pero había al menos dos personas que sí la estimaban. Una de ellas era una mujer que podría ser su verdadera madre. La otra era Spencer McKay, que fue el primer amor de Leigh.

Él vivía allí, y con él estaba el hijo que tuvo con la mejor amiga de Leigh. Pero los sentimientos por ella no habían cambiado. Igual que la misteriosa mujer, Spencer quería olvidar lo que pasó hace años y comenzar de nuevo.

Pero de pronto ocurrió algo que alteró la vida de Leigh, algo mucho más importante que el secreto de su nacimiento.

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Biografía

El mejor regalo de navidad que Janice recibió alguna vez fue una máquina de escribir portátil. Tenía 16 años y le había pedido una a sus padres. Ese día llegó a casa enferma de la escuela. En aquellos días la gente encargada de las encomiendas dejaba los paquetes en las entradas de las casas, entre la mosquitera y la puerta de madera. Janice apenas podía esperar a la navidad para conocer legítimamente su primera máquina de escribir.

Durante todo ese invierno escribió novelizaciones acerca de sus compañeros de escuela, que cada mañana la esperaban junto a su taquilla, ansiosos de leer su siguiente escrito. Entonces no sabía que era una escritora de romance en ciernes. Pasarían 25 años antes de que sus aspiraciones se hicieran realidad y viera publicada su primera novela: Double Jeopardy.

¿Qué había pasado? La vida intervino. El matrimonio, el trabajo, viajes por Asia, India, África y Australia y por último, pero no menos importante: niños.

Sintiendo la necesidad de salir de noche, Janice se inscribió en un curso de escritura romántica en una universidad local. Eso la motivó a recomponer fragmentos de una historia que había estado dando vueltas en su cabeza durante un año. Y así empezó a escribir su historia en la vieja máquina de escribir que había recibido tantos años antes, a medio camino de terminar su novela, afortunadamente recibió una eléctrica. Al año siguiente vendió su primer libro y con las ganancias se compró un computador.

La escritura es un oficio solitario, como todo escritor sabe, pero estimulante también, ya que se tiene el poder de crear personajes, darles vida y crear historias con ellos. Sin embargo, uno de los momentos más felices de su vida sigue siendo el momento en que su hija, de entonces 5 años, le dijo a su maestro con orgullo “mi mamá es una Arthur”

Actualmente Janice sigue trabajando duro para mejorar, y algún día, escribir esa novela inolvidable que el lector no pueda dejar de leer. Le encanta practicar su oficio y está orgullosa de lograr su meta de convertirse en “autora”. Aunque en su corazón ella sabe que siempre será una “Arthur”.